La selección de obras que aprecias en NOOX TONALÁ forman parte del cuerpo de obra de la última exposición individual de Alejandro Ramírez Lovering en el Museo Cabañas, uno de los museos más importantes de México, ubicado en Jalisco.
¿Te interesa iniciar tu colección o sumar alguna de estas piezas? Contactanos aquí o por WhatsApp [ 55 3347 1190 ]
¿Te interesa iniciar tu colección o sumar alguna de estas piezas? Contactanos aquí o por WhatsApp [ 55 3347 1190 ]
Fácil No Difícil por Alejandro Ramírez Lovering [ Texto de Mónica Ashida ]
La pintura ocupa en el imaginario de la creación artística un lugar principal. Su papel dentro de este universo ha sido irrefutable desde los comienzos mismos de la representación, cuando los primeros seres humanos plasmaron sus manos o a los animales que les proporcionaban alimento y seguridad espiritual en las paredes de las cavernas inmemoriales.
Sin embargo, que su papel sea irrefutable no quiere decir que no estuviera en debate. La pintura como medio de expresión artística por excelencia ha estado en discusión permanente a través del tiempo, principalmente en el interior de su propia dinámica, la que dio pie a los cambios de figuración y al afloramiento de estilos y escuelas que ha documentado la historia del arte. Algunas etapas de crisis y revaloración de su papel se asocian a acontecimientos puntuales que han puesto en entredicho su protagonismo, como el surgimiento de la fotografía o la crítica del arte retiniano de Duchamp.
Este proceso ha sido reiterado y cíclico y se ha presentado bajo distintas caras y propuestas durante los últimos treinta o cuarenta años, periodo en el que otros soportes y lenguajes se han tratado de posicionar como opciones viables en el intento de reflejar el desencanto de las generaciones más jóvenes ante el fracaso de los grandes discursos y utopías sociales predominantes en la segunda mitad del siglo XX hasta la aparición del posmodernismo alrededor de la caída del Muro de Berlín.
Estas posibilidades de expresión, más ágiles y flexibles, permitieron modelar nuevas formas de inserción en el arte creando modelos de exhibición, comunicación y pensamiento que se alejaban de aquellos instaurados previamente, dando pie a posturas y discursos diversos, abiertos, y muchas veces contradictorios, que convivían con total naturalidad.
Así, ante las nuevas referencias de un mundo cambiante y globalizado la plástica sigue apareciendo periódicamente como caduca y trasnochada. Sin embargo, este constante cuestionamiento no ha logrado arrancar a la pintura de la preferencia del público, la crítica, el mercado y de los propios creadores con quienes mantiene un productivo, satisfactorio y vigente diálogo.
Fácil no difícil, la propuesta de Alejandro Ramírez Lovering, participa de algún modo de este clima de controversia formal sobre los propios medios de lenguaje y expresión. Ramírez inicia su carrera artística en los años 80, década marcada en nuestro país por el resurgimiento de un imaginario ligado a la reivindicación y reinterpretación de temáticas vinculadas a las tradiciones y con un declarado apego a las prácticas pictóricas, por lo que no es de sorprender que haya convertido a la pintura en su segunda naturaleza.
Si bien es parte de la generación de artistas locales que fueron punta de lanza en proponer nuevos discursos y propuestas que se alejaban tajantemente de la institución y el mercado del arte y que lograron ampliar el campo de acción artístico en la escena local y nacional a través de medios no convencionales en los años 90, pareciera que todavía no ha podido satisfacer la curiosidad intelectual que le provoca la pintura y lo incita a regresar sin remedio a ella.
La presente muestra es un conjunto de piezas que están acotadas contextualmente; se trata de una cápsula del tiempo que encuentra las condiciones perfectas para poder gestarse en un momento en el que las presiones y sinsabores de la vida conceden por fin un descanso al artista, permitiendo el resurgimiento y el gozo, que se presenta oportunamente, no antes, no después, dando como resultado obras que se rigen por los principios del lenguaje visual por encima del entramado conceptual.
Después de muchos años dedicados a la enseñanza de la pintura, las lecciones impartidas regresan a él en forma de experiencia y madurez. Ésta experiencia se revela como un entendimiento visual personalísimo que se sitúa en la percepción de la forma y el color en su mínima expresión, que evita conscientemente entrar en sofisticaciones al intentar representar figuras o espacios, y que resalta el color, la textura, el ritmo, la racionalidad, la intuición y la gestualidad, es decir, los elementos básicos de la composición en el lenguaje plástico.
Hay en estas pinturas una firme intención de no sobre trabajarlas ni embellecerlas. Se evita la referencia a la figura y a los objetos. Son cuadros crudos que no quieren ser perfectos ni acabados, que ponen frente al espectador la posibilidad de que surja algo valioso de la manera más económica e inmediata, desde el aprovechamiento de los materiales a la mano hasta la honestidad de permitirle a la obra decidir el punto en el que está terminada, lo que le concede a los cuadros una suerte de autoridad superior a su propia voluntad.
Hacer obras abstractas parece una tarea fácil; sin embargo, esta simulación de sencillez es el resultado de un largo recorrido que le proporciona al artista por fin la seguridad de tener el conocimiento del oficio y el dominio de la técnica que permiten abordar los retos específicos que plantea este tipo de manifestaciones, para tratar de saldar una deuda particular con el lenguaje abstracto.
Sin embargo, como es debido, en este juicio se entrega al espectador la última palabra. Por ello, proponemos en el título de la muestra un pequeño juego verbal en el que, al final del recorrido, podrá posicionar la coma que falta en el lugar que crea conveniente para darle el significado que le parezca más idóneo: Fácil, No Difícil - Fácil No, Difícil
La pintura ocupa en el imaginario de la creación artística un lugar principal. Su papel dentro de este universo ha sido irrefutable desde los comienzos mismos de la representación, cuando los primeros seres humanos plasmaron sus manos o a los animales que les proporcionaban alimento y seguridad espiritual en las paredes de las cavernas inmemoriales.
Sin embargo, que su papel sea irrefutable no quiere decir que no estuviera en debate. La pintura como medio de expresión artística por excelencia ha estado en discusión permanente a través del tiempo, principalmente en el interior de su propia dinámica, la que dio pie a los cambios de figuración y al afloramiento de estilos y escuelas que ha documentado la historia del arte. Algunas etapas de crisis y revaloración de su papel se asocian a acontecimientos puntuales que han puesto en entredicho su protagonismo, como el surgimiento de la fotografía o la crítica del arte retiniano de Duchamp.
Este proceso ha sido reiterado y cíclico y se ha presentado bajo distintas caras y propuestas durante los últimos treinta o cuarenta años, periodo en el que otros soportes y lenguajes se han tratado de posicionar como opciones viables en el intento de reflejar el desencanto de las generaciones más jóvenes ante el fracaso de los grandes discursos y utopías sociales predominantes en la segunda mitad del siglo XX hasta la aparición del posmodernismo alrededor de la caída del Muro de Berlín.
Estas posibilidades de expresión, más ágiles y flexibles, permitieron modelar nuevas formas de inserción en el arte creando modelos de exhibición, comunicación y pensamiento que se alejaban de aquellos instaurados previamente, dando pie a posturas y discursos diversos, abiertos, y muchas veces contradictorios, que convivían con total naturalidad.
Así, ante las nuevas referencias de un mundo cambiante y globalizado la plástica sigue apareciendo periódicamente como caduca y trasnochada. Sin embargo, este constante cuestionamiento no ha logrado arrancar a la pintura de la preferencia del público, la crítica, el mercado y de los propios creadores con quienes mantiene un productivo, satisfactorio y vigente diálogo.
Fácil no difícil, la propuesta de Alejandro Ramírez Lovering, participa de algún modo de este clima de controversia formal sobre los propios medios de lenguaje y expresión. Ramírez inicia su carrera artística en los años 80, década marcada en nuestro país por el resurgimiento de un imaginario ligado a la reivindicación y reinterpretación de temáticas vinculadas a las tradiciones y con un declarado apego a las prácticas pictóricas, por lo que no es de sorprender que haya convertido a la pintura en su segunda naturaleza.
Si bien es parte de la generación de artistas locales que fueron punta de lanza en proponer nuevos discursos y propuestas que se alejaban tajantemente de la institución y el mercado del arte y que lograron ampliar el campo de acción artístico en la escena local y nacional a través de medios no convencionales en los años 90, pareciera que todavía no ha podido satisfacer la curiosidad intelectual que le provoca la pintura y lo incita a regresar sin remedio a ella.
La presente muestra es un conjunto de piezas que están acotadas contextualmente; se trata de una cápsula del tiempo que encuentra las condiciones perfectas para poder gestarse en un momento en el que las presiones y sinsabores de la vida conceden por fin un descanso al artista, permitiendo el resurgimiento y el gozo, que se presenta oportunamente, no antes, no después, dando como resultado obras que se rigen por los principios del lenguaje visual por encima del entramado conceptual.
Después de muchos años dedicados a la enseñanza de la pintura, las lecciones impartidas regresan a él en forma de experiencia y madurez. Ésta experiencia se revela como un entendimiento visual personalísimo que se sitúa en la percepción de la forma y el color en su mínima expresión, que evita conscientemente entrar en sofisticaciones al intentar representar figuras o espacios, y que resalta el color, la textura, el ritmo, la racionalidad, la intuición y la gestualidad, es decir, los elementos básicos de la composición en el lenguaje plástico.
Hay en estas pinturas una firme intención de no sobre trabajarlas ni embellecerlas. Se evita la referencia a la figura y a los objetos. Son cuadros crudos que no quieren ser perfectos ni acabados, que ponen frente al espectador la posibilidad de que surja algo valioso de la manera más económica e inmediata, desde el aprovechamiento de los materiales a la mano hasta la honestidad de permitirle a la obra decidir el punto en el que está terminada, lo que le concede a los cuadros una suerte de autoridad superior a su propia voluntad.
Hacer obras abstractas parece una tarea fácil; sin embargo, esta simulación de sencillez es el resultado de un largo recorrido que le proporciona al artista por fin la seguridad de tener el conocimiento del oficio y el dominio de la técnica que permiten abordar los retos específicos que plantea este tipo de manifestaciones, para tratar de saldar una deuda particular con el lenguaje abstracto.
Sin embargo, como es debido, en este juicio se entrega al espectador la última palabra. Por ello, proponemos en el título de la muestra un pequeño juego verbal en el que, al final del recorrido, podrá posicionar la coma que falta en el lugar que crea conveniente para darle el significado que le parezca más idóneo: Fácil, No Difícil - Fácil No, Difícil